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Título Original: Oliver Twist
Autor: Charles Dickens
Editorial Española: Anaya
Número de páginas: 416 Páginas
Evaluación personal: 5 de 10
Resumen:
Oliver es un pequeño huérfano que pasa por mil y una penurias hasta que al final se ve realizado como persona. Desposeído de su condición social al nacer la encuentra al final de la mano del señor Sowerberry, y gracias a un pañuelo de seda de su madre. Siguiendo con el tema del campo y la ciudad, observamos cómo Dickens diferencia clara y abiertamente ambos espacios y cómo los poblados de una serie de personajes acorde con el simbolismo de uno y otro ambiente.
Opinión:
La mano que les dio vida
En la antigua e importante base naval de Portsmouth, al sur de Inglaterra, nació el 7 de febrero de 1812 Charles Dickens, después de que la víspera, su padre, John Dickens de la oficina de pagos de la Armada, hubiera llevado a su madre a un baile público, detalle este que explica el despreocupado carácter del funcionario, la sumisión de la madre, y quizás también algo del ajetreado destino de su hijo. Esa característica despreocupación del padre, traumatizado quizás por el hecho de pasarse el día dando dinero en su trabajo, le llevó a seguir despachándolo con la misma facilidad fuera de él, y la situación de la familia fue gradual e incesantemente empeorando a medida que Charles crecía y que más hermanos llegaron a engrosar la familia. Cuando tenía dos años, se trasladaron a Londres, y luego a un pueblito aguas abajo del Támesis, Chatham, donde el muchacho vivió los mejores años de su infancia, empezó la escuela y leyó un montón de libros que su padre tenía en un trastero. Entre ellos, Robinson Crusoe, Tom Jones, El quijote, y las mil y una noches. La situación del alegre funcionario llegó, mientras tanto, a hacerse insostenible, pues seguía gastando más de lo que ganaba, y tras haberse cambiado de casa a una más barata sin conseguir salir a flote, acabó volviendo a Londres, en busca de mejores vientos o para verse libre de acreedores. Charles tenía once años.
La cosa fue a peor, hasta que a su padre lo enviaron a una prisión de insolventes. La madre empeñó en poco tiempo lo que había en casa y acabó reuniéndose en la prisión con su marido e hijos (cosa posible en aquellos tiempos), excepto Charles, que había empezado a trabajar en una fabrica de betún, tapando botes y etiquetándolos por seis chelines a la semana, y su hermano mayor, que estudiaba en La Real Academia de Música. Los domingos, ambos iban a visitar al resto de la familia que no tenía prisa por salir, pues era lugar seguro contra acreedores. La deshora de su padre y su propia vergüenza de tener que trabajar en vez de ir a la escuela, estigmatizaron a Charles y explica su profundo odio a la pobreza, los muchos esfuerzos que hizo para huir de ella y la generosidad de su vida y sobre todo de su obra.
Finalmente la abuela de Charles murió y su tío los sacó de la prisión con parte de lo que heredó. Su madre, desconfiando sin duda al ver unos ingresos regulares, quería que el muchacho siguiera en la fabrica de betún, pero su padre se enfadó con el dueño porque el trabajo se hacía ante una ventana que daba a la calle, a la visa de los transeúntes, cosa que le parecía deshonroso. Gracias a estos escrúpulos, Charles volvió a la escuela por dos años. Nunca perdonó a su madre por haber tratado de condenarle a aquel humillante trabajo y siempre agradeció a su padre su caballeresca actitud sacándolo de él.
Lo peor había pasado. Al salir de la escuela a los quince años, Charles entró de ayudante de un abogado, luego de otro, luego aprendió taquigrafía de su padre, que para entonces se había reciclado y tomaba los debates del parlamento y se dedicó a hacer lo mismo en los tribunales de justicia. Los tres años que pasó en este trabajo le proporcionaron conocimientos más que suficientes sobre todos los aspectos macabros, insólitos y sanguinarios que pueblan sus obras.
Al mismo tiempo acudía a la biblioteca del Museo Británico, y descubrió la vocación de su vida: el teatro. Ya de niño había escritos tragedias par representar en casa, y en los dos últimos años de escuela se había distinguido como autor e interprete de varias obras. Tomó lecciones de un actor, se preparó concienzudamente, aprendió multitud de papeles y fue admitido para pasar una audición en el teatro de Covent Garde. Desgraciadamente cayó enfermo, pasó la fecha y cuando de nuevo pudo presentarse un año después, ya tenía un trabajo fijo en un periódico como taquígrafo en el parlamento. Pero, volvería al teatro porque lo llevaba dentro, pues era de carácter abierto, expresivo, y muy alegre.
En los debates del parlamento demostró ser el mejor taquígrafo, aprendió que los políticos eran todos unos payasos y unos charlatanes, (como repite en sus escritos) y ganaba un sueldo que le permitía sentirse lejos de la miseria y salir con amigos de la burguesía media. A través de uno de ellos conoció a la hermosa María, hija de un banquero, de la que se enamoró perdidamente. Considerando su situación y su incierto provenir, ella le dio calabazas después de hacerle creer que no lo haría, humillación tan grande que le atormentó durante años, pues no podía entender que el amor más apasionado no pudiera romper las barreras de posición y clase. Veinticinco años después, cuando era el hombre más conocido de Inglaterra, ella, gorda y desdentada, se atrevió a escribirle, y él, recordándola con ternura, le confesó que su pensamiento en ella fue lo que le había espoleado a triunfar.
El triunfo de Dickens empezó a los veintiún años, cuando aparecieron en el Monthly magazine una serie de esbozos costumbristas que enseguida llamaron la atención por el fino humor y la agudeza de las descripciones. Otros periódicos empezaron a reproducirlos, entre ellos el Morning Chronicle, del que era reportero, sin pagarle ni un penique en ningún caso. Cuando otro periódico de la misma empresa, el Evening Chronicle, deseó hacer lo mismo, Boz, como Dickens firmaba entonces, pidió al directo un aumento de sueldo (de cinco a siente guineas) y lo obtuvo.
Andando en el tiempo le pediría también la mano de la mayor de sus tres hijas y también la obtuvo. En 1836 se publicaron los esbozos recopilados en un volumen, y se casó con Kate Hogarth, de la que nunca estuvo enamorado. En realidad se casó con las hermanas. La segunda, Mary, de dieseis años, fue a vivir con ellos y Dickens se encariñó tanto con ella que cuando seis meses después murió, se le partió el corazón y durante mucho tiempo no pudo hacer nada sino pensar en aquel “Ángel” que luego describiría en La tienda de antigüedades, bajo el nombre de Nell. La tercera, Georgina, entró en su casa cinco años después y en ella permaneció incluso cuando su propia esposa Kate hubo de abandonarla tras haber dado a Dickens diez hijos en vente años de infeliz matrimonio. La separación se debió sin duda a una joven actriz, veintisiete años más joven que el escritor, de la que se había enamorado. Dickens se creyó obligado a explicar el escándalo y publicó en su periódico las razones de su separación criticando a su esposa. La actriz, que nunca le había hecho mucho caso, desapareció finalmente, y él se quedó con su cuñada Georgina, que según decía había sido una verdadera madre para sus hijos. También estuvo Dickens enamorado locamente de la reina Victoria un tiempo, cuando ésta se casó, pero eso no parece que ni él mismo se tomara en serio.
Si Dickens no fue afortunado en amor, quizá porque fuera incapaz de entender a las mujeres, empezando por su madre, no puede decirse que fuera desafortunado en negocios. Todo lo que producía se vendía bien. Pocos días después de la publicación del volumen de esbozos recibió el encargo de escribir por entrega una serie de aventuras cómicas que llegarían a ser Los papeles póstumos del Club Pickwikc, conjunto de relatos de carácter picaresco que en poco tiempo convirtieron a su autor en el más popular de su país. De la última entrega, en noviembre de 1837, se vendieron 40.000 ejemplares y todo el mundo hablaba de sus personajes, repetía sus chistes e iba al teatro a ver las versiones que de las diferentes aventuras se hacían. Sintiéndose seguro en cuanto probó el éxito, Dickens abandonó el Morning Chronicle para dirigir la revista Bentley’s Miscellany, donde empezó a publicar Oliver Twist, su verdadera primera novela.
A partir de ahora, la carrera de Dickens es una inagotable torrente de letra impresa, que no pierde intensidad hasta los últimos años de la vida de Dickens, antes de terminar la publicación de Oliver Twist en 1839, empieza la de Nicholas Nickleby, historia de un niño que sufre la brutal disciplina de una escuela no poco común en tiempos del autor. Las ventas de cada entrega aumentan y Dickens decide hacerlas semanales en vez de mensuales a partir de su segunda obra; La tienda de antigüedades (1840 – 1841), seguida de Barnaby Rudge. Ésta ultima de 1780, no fue tan popular como el autor esperaba, pero la primera, que narra la persecución de una niña y su abuela por media Inglaterra, mantuvo a todo el país en vilo de una entrega a otra. Muchos escribían al autor pidiéndole que no la matara al final, cosa que desoyó, y al puerto de Nueva York iban otros a preguntar a los pasajeros que llegaban cuál era la suerte de la muchacha.
A Nueva York y a otras muchas ciudades americanas, por alejarse un poco de tanto trabajo, fue Dickens y su esposa en un viaje que ocupó los primeros seis meses de 1842. El recibimiento fue apoteósico por donde quiera que iban, pero él volvió decepcionado. Había creído que la nueva república sería algo mejor que el viejo sistema que conocía y criticaba, pero encontró una sociedad inculta y vulgar que sólo pensaba en dólares y mantenía la esclavitud en los estados del sur. “Su pasión por la Libertad era tan grande, que no pueden impedir tomarse libertades con ella” escribía en Martin Chuzzlewit. En cuanto a los dólares, hablaba con conocimiento de causa, pues los editores americanos publicaban sus obras tal y como les llegaban de Inglaterra, pero no pagaban ni un centavo de derechos de autor.
Se quejó de esto en cada recepción que le ofrecieron, por lo que fue muy criticado en la prensa. Entre los muchos que le estrecharon la mano en filadelfia, hubo un joven desconocido que le regaló unos cuentos y que tres años después se haría famoso con el poema “El cuervo”. Era Edgar A. Poe, que escribió su poema pensando en Grip, el cuervo de Barnaby Rudge.
El 9 de junio de 1865, mientras regresaba de Francia para ver a Ellen Ternan. Dickens tuvo un accidente en el famoso choque ferroviario Staplehurst, en el cual los siete primeros vagones del tren cayeron de un puente que estaba siendo reparado. El único vagón de primera clase que no cayó fue donde se encontraba Dickens. El novelista pasó mucho tiempo atendiendo a los heridos y moribundos antes de que los rescatadores llegasen. Antes de partir, se acordó del inconcluso manuscrito de Nuestro amigo mutuo y regresó al vagón únicamente a recuperarlo. Típico de Dickens, él luego usaría esta terrible experiencia para escribir su corta historia de fantasmas El hombre-señal en la cual el protagonista tiene una premonición de un choque ferroviario.
Dickens se las arregló para evadirse de la investigación del choque, pues como ahora se sabe, él estaba viajando ese día con Ellen Ternan y su madre, lo cual pudo haber causado un escándalo. Ellen, una actriz, había sido la compañera de Dickens desde que éste finalizó su matrimonio, y, como él la conoció en 1857, fue probablemente la última razón para su separación. Ella continuó siendo su compañera, más bien su señora, hasta el día de su muerte. Las dimensiones de la aventura fueron desconocidas hasta la publicación de Dickens y su hija, un libro acerca de la relación intrafamiliar del autor con su hija Kate, en 1939. Kate Dickens trabajó con Gladys Storey en el libro antes de su muerte ocurrida en 1929, y afirmó que Dickens y Ternan tuvieron un hijo que murió en la infancia, aunque no existe ninguna evidencia concreta que corrobora sus afirmaciones.
Dickens, aunque ileso, nunca se recuperó totalmente del accidente de Staplehurst, y su prolífica pluma se dedicó a completar Nuestro amigo mutuo y comenzó la interminada novela El misterio de Edwin Drood. Mucho de su tiempo fue utilizado en lecturas públicas de sus más amadas novelas. Dickens estaba fascinado con el teatro como un escape del mundo real, y los teatros y el público teatral aparecen en Nicholas Nickleby. Los espectáculos viajantes eran extremadamente populares, y el 2 de diciembre de 1867 Dickens dio su primera lectura pública en los Estados Unidos, en un teatro de Nueva York. El esfuerzo y la pasión que ponía en estas lecturas con voces individualizadas para sus personajes es algo que también contribuyó con su muerte.
Empieza a su vuelta a escribir en el Old Year Magazine y seguirá en él hasta su muerte. Poco después es recibido por la reina Victoria I, la cual era gran lectora de sus obras.
En 1869 Dickens aceptó presidir el Birmingham and Midland Institute, convirtiéndose así en su decimosexto presidente.
Cinco años después del multicitado accidente, el 9 de junio de 1870, muere después de sufrir una apoplejía. Contrario a su deseo de ser cremado en la Catedral Rochester, fue cremado en la Esquina de los Poetas de la Abadía de Westmnister. Su epitafio reza «Él fue un simpatizante del pobre, del miserable, y del oprimido; y con su muerte, el mundo ha perdido a uno de los más grandes escritores ingleses». Dickens estipuló que ningún monumento sería erecto en su honor. La única estatua de tamaño natural de Dickens, data de 1981 realizada por Francis Edwin Elwell, y se encuentra localizada en Clark Park, Filadelfia, en los Estados Unidos. Su gran sueño fue el de ser libre y lo consiguió siendo escritor.
Una horrible sociedad clasista
Aunque muchos hubieran querido revivir estas épocas tan caricaturizadas en las películas, el autor de este libro te deja muy claro que la sociedad de la época era de las peores sociedades que pudiera haber existido. Clasista a más no poder, con el desprecio y el odio impreso en la educación y en las expresiones de las personas de a pie.
Si no tenías dinero, no valías un centavo.
La intención que le vi yo a Charles al escribir este libro era retratar un poco lo que le rodeaba y que tanto odiaba. Él como dije más arriba vino de un seno pobre, y siempre vivió la diferencia de clases durante su vida.
Este tipo de personas que aun hoy, lamentablemente siguen existiendo, sólo les importa de dónde viene tal persona y no lo qué es realmente. Pero, lamentablemente, a punto en contra de este libro tan famoso, es que el autor terminó cayendo en sus propias redes y tendió de amables y anticlasistas a los ricos, y de horribles personas a los pobres de las calles.
En el libro, los únicos que quieren ayudar a Oliver, son las personas ricas de verdad. Los que son mandados y que desean el dinero son de lo peor, pero ya las personas de los bajos, son las que peor la cogen con el pobre muchacho desvalido.
Creo realmente, que Charlies Dickens estaba resentido con su pasado y escribir este libro fue una manera de desahogar inconscientemente su cierto rencor con todo lo que una vez fue suyo.
Creo que al final, la idea inicial de criticar la sociedad inglesa, fue un exorcismo de sus propias experiencias con la pobreza, y una manera de renegar aquello que una vez fue parte de su propia vida.
Y por supuesto, Oliver Twist, no es para nada un pobre.
Creo que Charles Dickens era el primer clasista convertido por el mismo clasismo de su propia vida.
¿P’a onde fue uté?
Lo que quiero comentar en este apartado, es un poco de lo mismo que todo el libro me transmitió: Clasismo.
Hay mucha diferencia en como hablan los ricos y los pobres. Lo gracioso es que Oliver Twist siempre se crió entre gente ignorante en lugares de acogida, pero aún así sabía hablar correctamente y muy bien. En cambio, las personas de la calle, los pobres, y los desgraciados, hablaban como lo que eran, unos ignorantes totales olvidados en algún mugriento recinto.
Charles otra vez tienta con los estereotipos y no es capaz de controlar su propio odio hacia su pasado, y vuelve a retratar a todas las personas con el mismo pincel.
Pero lo que pasa, que Oliver era de buena tela, porque venia de una familia millonaria. Pero eso no se lleva en la sangre, la educación habría tenido que ser mala, así que debería haber hablado siempre como un pobre, porque se crió como tal. Pero el señor autor nos hace ver que Oliver, es tan buena persona que es diferente a todo el mundo.
Claro está, porque pertenece a otra clase social, aunque está disfrazado de pobre.
Me dio un poco de pena por el autor, porque tanto resentimiento con el mundo que le vio nacer no podía ser tan normal.
Unos muy buenos y otros muy malos
Sí, porque por ejemplo, todos los que quisieron ayudar a Oliver, fueron personas ricas, personas con clase, personas con una posición elevada en la sociedad. Y todos aquellos que quisieron hundirle, fueron los pobres y necesitados de la calle.
Creo que el mismo Charles no se midió a sí mismo con los estereotipos clásicos del bien y el mal. Al final, todo fue blanco o negro.
No voy a contar como excepciones a la prostituta ni a Monks, porque Monks se tornó así de malvado con Oliver por el rencor de haberse quedado pobre y el odio que le tenía a su padre. Y la prostituta, sí al final quiso hacer algo por el pobre muchacho, pero siempre estuvo de acuerdo en hacerle daño.
Al final, los que eran buenos, fueron buenos hasta el final, muy, muy buenos, demasiados.
Pero los que eran malos, siempre fueron así, y no hicieron nada por cambiarlo. Fueron castigados por lo malo, y debería haber sido distinto.
Sigo insistiendo en que Charles no se supo controlar.
Al final, este clásico no tiene mucho que contar. Todo es bastante distinto de la realidad, y no creo que Charles fuera un gran narrador.
Pienso que como casi todos los clásicos, hoy en día, este cuento, no valdría un duro tampoco.
Creo que la fuerte carga de prejuicios contra la pobreza y el clasismo que trató de criticar, se le volvieron en contra, dándole toda la razón.
La sociedad inglesa de ese siglo, era muy clasista. Y tal vez lo siga siendo.
Y Charles Dickens no se salva, de eso seguro.
Por que al final, lo que menos tenía Oliver, era pobreza.
- Ya no lo seré dentro de poco -replicó el judío levantando la cabeza con expresión de rabia y de terror-. ¡Maldición sobre todos ellos! ¿Qué derecho tienen para quitarme la vida?
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